El mundo virtual de Harry Potter y la Piedra filosofal
En el año 2001 se estrenó la primera película basada en las aventuras de Harry Potter en Hogwarts, en el mismo año en el que había llegado a las librerías […]
Una perspectiva personal sobre los videojuegos
En el año 2001 se estrenó la primera película basada en las aventuras de Harry Potter en Hogwarts, en el mismo año en el que había llegado a las librerías […]
En el año 2001 se estrenó la primera película basada en las aventuras de Harry Potter en Hogwarts, en el mismo año en el que había llegado a las librerías (de España) la cuarta novela. Sólo unos pocos días después de la proyección en los cines, también aterrizaba en las tiendas de todo el mundo la primera adaptación del niño mago a los videojuegos, en un título desarrollado por Electronic Arts para Game Boy Color, PC y PlayStation.
Fue en las navidades de ese mismo año cuando me regalaron la versión de PC, uno de los pocos videojuegos que tuve la suerte de recibir como regalo cuando era pequeña. Me vais a permitir que me centre en esta, porque es la que de verdad conozco. Nada más encenderlo, te recibía una maravillosa banda sonora que era el preludio de lo que encontraríamos a lo largo de nuestra aventura. Es cierto que la introducción, narrada y sin posibilidad de quitarla, rompía un poco la magia, pero se recuperaba rápidamente cuando, por fin, llegabas a Hogwarts.
Aunque mi imaginación infantil esperaba otra cosa, no teníamos casi libertad para movernos por el castillo, exceptuando algunos pasillos y una pequeña zona del exterior que conectaba con los jardines de casa de Hagrid, Herbología y el campo de Quidditch. La propia historia, generalmente acompañados de Ron, nos llevaba de una zona a otra. Las clases se basaban, primero, en el aprendizaje de un hechizo, a través de la reproducción de su icono utilizando el ratón -que era bastante complicado por cierto- y, después, recorriendo una mazmorra llena de desafíos.
Así, aprendíamos Flipendo, Windgardium Leviosa, Incendio y Lumos, siendo cada clase más difícil de que la anterior -aún recuerdo la de días que me tiré atascada en la mazmorra de Lumos, porque debido a que mi ordenador sólo podía hacerlo funcionar con los requisitos mínimos, en las zonas sombreadas no se veía absolutamente nada-, así como Alohomora, que nos lo enseñaba Hermione. La clase que cambiaba ligeramente era Pociones, en la que teníamos que encontrar algunos ingredientes como Díctamo en una mazmorra verdaderamente perturbadora -para mí-.
Todas las misiones que tenía que llevar a cabo Harry estaban basadas en este sistema: una zona de plataformas en la que poner en práctica los hechizos que había aprendido. Y aunque la escapada del troll cambiaba la perspectiva y la mecánica, la subida a la torre de astronomía para entregar a Norberto sí nos ponía verdaderamente a prueba. El juego, además, introdujo los cromos de las ranas de chocolates de una manera muy particular, y que más adelante se convertirían en una seña de identidad. Teníamos que recolectar todas las grageas que encontrásemos, y cada 25 podíamos cambiarlas por un cromo de oro que nos proporcionaban los gemelos Weasley. Además, también había algunos escondidos en determinadas zonas.
Pero para mí lo mejor de este juego no era la adaptación de La Piedra Filosofal, ni las voces de los personajes, ni los desafíos. Lo que de verdad disfrutaba era el Quidditch, que más que un minijuego, era un segundo juego dentro de la aventura de Harry Potter. Tras asistir a las dos clases de vuelo -en la primera nos enseñaban los controles, mientras que en la segunda nos enfrentábamos a Malfoy por la recordadora-, jugábamos nuestro primer partido, en el que teníamos total libertad para movernos por el campo. Mientras evitásemos las Bludgers y chocar con otros jugadores, Harry podía tirarse horas volando en persecución de la Snitch, que tampoco es que fuera muy difícil de localizar. Pero había algo mágico en ello, algo que me hacía disfrutar enormemente de la posibilidad de participar en un partido, aunque estuviera tan limitado. Además, una vez superado el primer enfrentamiento -creo que era contra Ravenclaw-, podías participar de manera independiente en el Torneo, desde el menú principal. Y además, atrapar la Snitch no siempre te hacía ganar el partido, el contador cambiaba conforme pasaba el tiempo, y en alguna ocasión llegue incluso a no ganar la copa de Quidditch.
Para mí, hablar de este juego de Harry Potter es hablar de infancia y de horas eternas pegada a la pantalla del ordenador. Un juego que conservo con cariño en mi estantería, acompañado de su segunda entrega, de la cual hablaré otro día. Ojalá pueda conseguir las entregas que me faltan… ¡Y también los juegos de Game Boy!
Hace poco, por orden de la nostalgia, terminé este mismo juego en su versión de PS1; la que experimenté en mi infancia. Le tengo cariño, pero ha sido más tedioso que nada. Flipendo por aquí, flipendo por allá… qué rábanos es un flipendo? Igualmente, comprendo totalmente los sentimientos que evoca este titulo. Muchos crecimos con Harry Potter conjunto a los videojuegos, y este pequeño experimento era un sueño hecho realidad. Saludos!
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