A principios de este mes, Guerrilla Games lanzó al mercado su nueva propuesta, muy alejada de Killzone, Horizon: Zero Dawn. La historia de Aloy y de su mundo primitivo plagado de máquinas modernas ha atrapado a los jugadores, convirtiéndolo en todo un éxito de ventas a las pocas semanas. Son muchos los elementos que a mí, personalmente, me han encantado, pero hay uno concreto que sobrepasa a los demás: la conjunción de una sociedad plagada de mitos que explican su mundo, con la realidad oculta tras ellos. Básicamente, la religión como respuesta a lo que no comprendemos.

Antes de comenzar, me gustaría avisar de que, al hablar de esta cuestión, trataré temas que se introducirán poco a poco en el terreno de los spoilers, algunos referidos al final de la trama. Si aún no has jugado a Horizon: Zero Dawn, lo mejor que puedes hacer es dejar de leer este artículo, y regresar cuando ya lo hayas disfrutado.

Los diversos cultos que plagan la tierra de Horizon: Zero Dawn nos hablan del pasado de un mundo cuya historia desconocemos. Hay tribus que utilizan más o menos la tecnología, pero que son primitivas en esencia; restos de rascacielos, estadios, incluso vehículos, que muestran que la humanidad llegó muy lejos y luego se sumió en la oscuridad; y por supuesto, las máquinas abundan en todas direcciones, de formas reconocidas, pero que es imposible que hayan sido creados por sus contemporáneos.

La tribu de los Nora, a la que pertenece a Aloy, considera que las tierras que habitan son sagradas, al ser colindantes a la Madre creadora y protectora de la vida. Dada su importancia, las diferentes localizaciones reciben nombres como aspectos de ella: Ojos de Madre, Corazón de Madre… Además, tienen una leyenda/mito sobre cómo la Madre protegió la vida de la destrucción. ¿De quién? Del que conoceremos como Hades, o también «la sombra enterrada» según lo denominan los Carja Sombríos. De la gran lucha entre estas dos entidades sólo quedan los restos de una gigantesca máquina en las montañas del Abrazo y las enseñanzas que se transmitieron a los Nora: la gran ambición de la humanidad que les precedió los condenó a convivir con las máquinas, que se han vuelto cada vez más peligrosas. Entrar en las ruinas tecnológicas no sólo es un «pecado», sino motivo de expulsión de la tribu. La Madre, dadora de vida y protectora, debe ser respetada y protegida.

La historia de Aloy, que ha crecido como Paria aislada de la tribu Nora, hace que tome esta creencia con cierto escepticismo, pero no podemos negar que es la única puerta al conocimiento que tenemos al principio. Algo que Guerrilla ha realizado con maestría es la construcción de esta creencia en base no sólo a los acontecimientos que han llevado a la humanidad a este estado, sino también a la situación geográfica de la propia tribu. Algo que resulta no sólo lógico cuando descubrimos la verdad, sino también evidente.

Tras el ataque a los Nora durante la prueba, Aloy es llevada ante la presencia de la Madre, en el interior de la montaña. El desencadenante de su misión es también el primer paso hacia el conocimiento de la verdad. Porque nosotros mismos, al ver esa escena, ya conocemos parte: la Madre que tanto reverencian existe, sí, pero tiene voz de máquina. ¿Cómo es posible? No es hasta casi el final del juego cuando por fin descubrimos el origen de este culto y por qué se consideran sagradas las tierras Nora. Una pieza que encaja a la perfección con el resto del puzle de la realidad de Horizon: Zero Dawn.

En el interior de la montaña de la Madre, tras la misteriosa puerta, se esconde el secreto de la existencia de Aloy y de la propia humanidad. El término «cuna», también es muy indicativo de esto. En esas instalaciones, abandonadas cientos de años antes, crecieron los primeros humanos tras el cataclismo. El conocimiento que debían adquirir sobre la historia pasada y los errores cometidos, quedaron fuera del alcance de los futuros habitantes de la Tierra por una decisión unilateral de uno de los pocos dedicados a asegurar la supervivencia de la vida en el planeta. Este elemento fue la primera piedra para el desarrollo del culto Nora que tan importante es para la comprensión del mundo.

Cuando todos los recursos de las instalaciones quedaron agotados, sus habitantes se vieron obligados a salir al exterior. Los orígenes de estos humanos se fue desdibujando con las sucesivas generaciones, pasando del conocimiento tecnológico -nacidos en unas instalaciones científicas y rodeados de tecnología- a una creencia religiosa: nacidos de la madre, dentro de la montaña, el lugar más sagrado para los Nora. Esta información, tergiversada y rodeada de misticismo, se convirtió en el culto que impregna todos los estratos de esta sociedad, convirtiéndola, por ejemplo, en una sociedad matriarcal donde las madres son el símbolo de poder. Y de ahí, también, que Aloy sea considerado por algunos una maldición: una niña encontrada sola en el interior de la montaña, sin una madre que la reclame.

Horizon: Zero Dawn no es sólo una innovadora historia post-apocalíptica, sino también un análisis de las creencias religiosas, la mitología, y de cómo estas se fundamentan inicialmente en aquello que no comprendemos. Perdonadme la referencia, pero como dice Hermione Granger en Harry Potter y la Cámara Secreta «¿no tienen los mitos una base real?». El trabajo de Guerrilla Games juega con esta premisa, y lo hace de una forma magistral.

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