Hace no mucho tuve una discusión sobre cómo debían hacerse los análisis de videojuegos. No me voy a meter en eso, al menos hoy no, pero sí en la necesidad de poner notas. Odio las notas, y sé que mucha gente también. Creo que es lo peor que puede pasarle a un análisis y a un videojuego porque desvirtúa e, incluso, hace perder fuerza al trabajo del redactor. Sé que es un tema trilladísimo ya, pero me apetecía hacer mi propia reflexión al respecto.

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Lo de la nota va más allá de la dificultad de asignar un valor numérico. Va a la reacción y las consecuencias. Recuerdo que, cuando estaba jugando a Rayman Legends para analizarlo, comenté que lo estaba disfrutando tanto, que le iba a poner cerca de un 9… a lo que de inmediato me saltaron con el clásico «¿Vas a ponerle más nota que a X?» No recuerdo el juego exactamente, pero sí que pertenecía a un género distinto y no tenía nada que ver uno con otro.

No sé si es cosa mía, pero tengo la sensación de que mucha gente no entiende que Call of Duty y Assassin’s Creed (por poner un ejemplo) no son comparables en absoluto, ni su nota ni nada. No pertenecen al mismo género, no dan importancia a los mismo objetivos, en definitiva, no se apoyan en los mismos conceptos de juego. Pero siguen viéndose los comentarios de lectores molestos diciendo que cómo se le puede tan buena o mala nota a X juego si otro que no tiene que ver es mucho mejor. ¿Qué sentido tiene eso?

Sinceramente, sé que es una generalización. En realidad no sé si ese porcentaje de gente que piensa así es alto o bajo, solo sé que existe… y que no debería. No es lo único que acarrean las notas y, a mi juicio, no es lo peor. Creo que lo peor de una nota es el menosprecio al trabajo del redactor que ha estado trabajando en el juego y que ve que al final, su esfuerzo queda ninguneado muchas veces por la sombra de la nota que adjudicó.

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Y no lo digo desde la perspectiva de un equívoco al juzgar el juego (algo, por supuesto, discutible), sino a que existe claramente la tendencia a valorar la nota por encima del reportaje. Ir a la última página del análisis, en el mejor de los casos, o ir directamente a Metacritic y decir «¿Un X? Puff». O incluso, que lo he visto, juzgar al medio y al redactor con un «le ha puesto X a este juego que me apetecía tanto jugar y del que solo he visto tráilers, no tienen ni puñetera idea». Ni molestarse en saber qué opinan de los puntos fuertes o débiles aquellos que lo han jugado, ni valorar un conjunto de análisis por si acaso hay algún aspecto en el que todos coinciden, para bien o para mal. No, la nota prima sobre todas las cosas. La nota es la verdad absoluta.

Claro, añádele a esto la costumbre de que un juego por debajo del 80 es basura infecta. Resulta irónico que en una sociedad en la que nos alegramos por sacar un 5 en un examen nos pongamos elitistas con la nota de los juegos. De eso tienen culpa la industria, que hemos acostumbrado a los lectores a movernos entre el 8 y el 9,9 y que cualquier otra cosa no merece la pena. Es posible que Rayman Legends, dado que es el análisis que he puesto de ejemplo, cono un sistema de puntuación realista mereciera en realidad un 8 como mucho (no estoy diciendo que se le inflase la nota, que quede claro) y no un 9. Una nota así es de casi una obra maestra, y deberían ser muy pocos los juegos que entrasen en el selecto grupo de los sobresalientes, en lugar de adjudicarla con tanta alegría. Pero estamos tan acostumbrados a esta forma de valoración que no nos damos cuenta, o no queremos, o no nos atrevemos, de que es totalmente equivocada.

Siendo esta la situación lo mejor sería que la dictadura de las notas desapareciera. En realidad, sería bueno para todos. Los redactores hacen su valoración sin tener que reducirla al final a un número, los lectores tienen que leer el texto para saber qué tal el juego y las distribuidoras pierden ese poder de presión que podrían utilizar. La situación ideal sería aprendiéramos todos a valorar las cosas como es debido y a no dejarnos llevar, pero parece que eso es más complicado.