Pasan los años, se suceden los anuncios de nuevos títulos, juego a algunos lanzamientos, disfruto con ellos… pero en mí hay una constante, imborrable, indestructible, imposible de olvidar: la pasión que siento por Mass Effect y la conexión que me une a sus personajes. Hoy es siete de noviembre, es el N7 Day, y aunque en los últimos meses parecía que iba superando poco a poco mi obsesión con la saga, la realidad me ha golpeado hoy con la fuerza de un segador aterrizando. Nunca voy a superar mi amor por Mass Effect. Tampoco quiero.

La primera vez que oí hablar de Mass Effect no sentí que me llamase especialmente la atención, aunque también es verdad que quien me contó su argumento no supo explicarlo demasiado bien. Sin embargo, en esos primeros meses con mi Xbox 360, terminé por darle una oportunidad. Qué maravilla haberlo hecho.

Siempre he soñado con lo que le depara el futuro a la humanidad, con lo que hay más allá de nuestro cielo, de nuestra luna, de nuestro sistema solar, conocer nuevos mundos, nuevas formas de vida… Mass Effect, al igual que lo hizo Star Wars en su día, me permite experimentar todo esto, pero desde una perspectiva aún más nueva: sólo han pasado 30 años desde la primera vez que el ser humano entró en contacto con una especie alienígena, aún está acostumbrándose a su nuevo rol en la comunidad galáctica, a la cantidad de extraterrestres que existen… El asombro de Shepard y su tripulación al llegar por vez primera a la Ciudadela es también la del jugador, que empieza a atisbar el enorme universo que se abre ante sus pies. Todo Mass Effect es una historia de descubrimiento en una carrera contrarreloj. Cada personaje que nos encontramos tiene su historia, sí, pero también nos permite conocer mejor la especie a la que pertenece, las relaciones entre cada una y, al final… nos hace sentirnos unidos a él.

La tripulación de Mass Effect se ha convertido, por decirlo de alguna manera, en una familia virtual para mí. Cada vez que juego a la saga siento esa alegría de reencontrarme con viejos amigos, de volver a ser parte de su historia una vez más, aunque me sepa de memoria sus conflictos internos, sus misiones e incluso sus diálogos. Ponerme en la piel de Shepard me hace sentir capaz de cualquier cosa, quizá no de enfrentarme a un enemigo que mide dos kilómetros de altura, pero sí de ser valiente ante la adversidad, de no dejarme derrotar aunque el resto del mundo me de la espalda, de ser fiel a mis principios aunque ello pueda traerme disgustos, de ser fiel a mí misma.

Nunca pensé que un videojuego podría hacerme sentir estas cosas, más allá de la nostalgia inevitable cuando terminas su historia, pero Mass Effect ha tocado mi ser de mil formas distintas y nunca, nunca podré, ni querré, tomármelo como una simple experiencia más. Mass Effect me ha marcado, ha marcado mi vida como jugadora pero también, de alguna forma, mi vida cotidiana, mi propia personalidad. Y eso es algo que siempre agradeceré a BioWare, y que siempre me llevará a defender los videojuegos con uñas y dientes.

A pesar de todo, a pesar de que una parte de mí se resista a decir adios a esta maravillosa saga, el estudio de desarrollo nos va intentando ayudar a desprendernos un poco de ella. Hoy, N7 Day, ha sido el día en el que han marcado el punto final a Shepard, un punto y seguido en Mass Effect. El vídeo que han realizado, con nuestra querida Jane Shepard (Jennifer Hale), ha sido su despedida, su forma de soltarnos la mano para mandarnos a otra galaxia a explorar, de decirnos que Mass Effect no se acaba con ella (o él), sino que debemos seguir ese espíritu curioso de la humanidad y seguir adelante. Hacerlo, sabiendo que ellos seguirán siempre con nosotros, porque siempre que queramos podremos revivir su historia.

«And know that wherever you go, we will be with you. This is Commander Shepard, signing off»

Gracias por todo, BioWare.