Cuando era pequeña, y durante muchos años hasta que fui mayor de edad, solo tuve tres formas de jugar a videojuegos: en la Super Nintendo de mi hermana mayor, en mi Game Boy Color, o en el PC. Siempre tenía los mismos juegos, porque a mis padres no les gustaba demasiado excepto en algunos casos, pero eso a mí no me importaba, especialmente porque había algunos que me gustaban muchísimo, como FlashBack.

Delphine Software, el estudio que se encargó de su desarrollo, nos planteaba un mundo futurista con mucha acción en unos escenarios plataformeros que teníamos que recorrer mientras intentábamos descubrir quién era nuestro personaje, que había perdido la memoria, y por qué había una especie de complot contra él. La presentación del juego era de lo más llamativa: en el año 2142, Conrad, pues así se llama el joven protagonista, escapa de una prisión en una moto y es derribado poco después. Cuando por fin recupera el conocimiento, se encuentra perdido y solo en la enorme selva de Titán. Ahí y, especialmente, después de encontrar nuestro holocubo con información clave, comienza nuestro viaje en esta aventura de ciencia ficción.

A pesar de que podíamos elegir una dificultad que se ajustase a nuestra habilidad, lo cierto es que Flashback no era un juego sencillo, de hecho, mi mente infantil lo identificaba como un laberinto por el que nunca sabía por dónde debía ir. Ascensores, puertas con tíos armados, suelos que te desintegraban, un nivel con una especie de metro -mi favorito, por cierto-, un personaje con habilidades y debilidades humanas -parece algo bastante obvio, pero una caída desde un lugar alto acabaría con Conrad, como con cualquier hijo de vecino- y, lo peor de todo, completamente en inglés. Armado con una pistola, llaves de cristal, piedras en algún caso y siempre con nuestra pila para recuperar salud, fui perseverante y fui avanzando, más cuando crecí y empecé a entender el misterio en torno a Conrad, su amnesia y los extraterrestres cuya existencia era tan importante mantener en secreto. Pero nunca, nunca, conseguí terminarlo. Creo que es uno de los videojuegos que más se me ha resistido a lo largo de los años.

En Flashback nos encontramos un título bastante cinemátográfico gracias a las diversas escenas que desentrañaban poco a poco la trama del juego. Algunos no han perdido tiempo en afirmar que es una «secuela espiritual» de Another World, lanzado por el mismo estudio de desarrollo un año antes. Aunque no contaba con la participación del diseñador Eric Chahi, al menos podemos afirmar que Paul Cuisset supo recoger el testigo de la innovación que supuso este título tan elogiado por la crítica. Además, contaba con unos magníficos escenarios dibujados a mano, un gamplay que recordaba mucho a Prince of Persia, así como en los precisos, y también realistas, movimientos de nuestro protagonista.

El juego fue lanzado originalmente para Amiga en 1992, pero también llegó a MS-DOS, que contaba con más secuencias y escenas que la versión original, como una introducción extendida. Un año después aterrizó en Super Nintendo -ligeramente censurada- y Mega Drive. Más tarde fueron lanzadas versiones CD de Flashback para, entre otras, las plataformas Sega CD, CD-i, 3DO o FM Towns. En las versiones en CD se incluyeron voces y temas ambientales en los diferentes niveles del juego, ya que antes sólo sonaba la música en determinados momentos. Una banda sonora, por cierto, muy a tener en cuenta, como podéis escuchar en el vídeo que tenéis un poco más arriba.

Hace tan solo unos años se lanzó el remake del juego que, para mí, no tuvo la calidad suficiente como para transportarme al mundo de Conrad tal y como lo hizo el de SNES. Se ve que Flashback solo hay uno -una versión-, pues ni siquiera su secuela Fade to Black, completamente en 3D, consiguió mantener el nivel, especialmente por su rudimentario control, que hacía difícil avanzar en los niveles. La cuesta abajo de títulos relacionados con Flashback habría continuado con Flashback Legends, de horribles escenarios chillones, animaciones recicladas del original y una pésima IA, de no ser por el cierre de Delphine Software en 2004.

A pesar de todo, el juego original sigue siendo, para mí, uno de los mejores títulos que jugué en la SNES. Y tengo claro que si tuviese mi consola más a mano, lo jugaría una vez al año. Al menos, hasta que me lo pasase de una vez por todas.